Sarah Ellen es toda una leyenda urbana en Pisco (Perú). La mujer, que existió en realidad y de la que hay una tumba, encarna la figura de una vampiro inglesa-peruana que hace milagros y a la que la gente adora como si fuera una santa. “Ella sobre todo resuelve problemas de amor, haciéndole competencia a San Antonio”, dijo sonriente Carlos Calderón Fajardo, de 64 años.
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Ellen es la protagonista de la novela El viaje que nunca termina (Altazor, 2009), “una metáfora gótica de la vida” en la que el escritor peruano reconstruye su supuesta verdadera historia. Él estuvo esta semana en la Feria Internacional del Libro (FIL) que culmina hoy y donde presentó su obra emblemática: La conciencia del límite último. “La historia de Sarah era alucinante, demasiado provocadora para no escribir una novela”, manifestó Calderón, amante de clásicos góticos. Su literatura se nutre de historias fantásticas, novelas de aventuras marinas y el séptimo arte. “El cine nos pobló la mente de imaginarios”.
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Para el autor, las dos obras presentadas en Guayaquil “están emparentadas de manera metafórica y tocan el tema de la canibalización humana, cómo nos ‘alimentamos’ los unos de los otros”. La conciencia del límite último es la historia de un periodista que escribe crónicas policiales; un día se va de tragos con el fotógrafo y no cubre una nota. Inventa un crimen, pero el jefe de página lo descubre. El periodista piensa que lo van a botar, pero el jefe le pone como condición para conservar su puesto que escriba todos los días una crónica inventada cada vez más insólita y truculenta. En un momento las historias inventadas ¡empiezan a suceder en verdad! “Hay un asesino serial que está detrás y que firma todos los crímenes como El domador de moscas”, contó el escritor.
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La novela es también una metáfora, pero de la violencia que vivió el Perú en la época del terrorismo. “Todos los días morían amigos y yo pensaba cómo plasmarlo, porque era muy peligroso escribir sobre ello en esa época”. En la FIL, Calderón también impartió la charla: La experiencia vargasllosiana en la literatura peruana pos Vargas Llosa. En su caso, como muchos de su generación, el autor sintió “que no podían imitar” a Vargas Llosa, sino plantear nuevas posibilidades. Como la literatura vargasllosiana y peruana siempre fue muy realista, a las generaciones posteriores no les quedó más que explotar la “dimensión fantástica”. O en definitiva, temas “que no tocaría nunca” el ahora premio Nobel de Literatura 2010.
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“Pero para nosotros Vargas Llosa es de una influencia capital porque con él ingresó la modernidad a nuestra literatura, nos llevó a niveles técnicos muy importantes, se olvidaron los provincialismos. Nos obligó a todos a pulir la pluma”. AGV
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