lunes, 23 de agosto de 2010

TEOREMA DEL ANARQUISTA ILUSTRADO: Una novela de Enrique Verástegui

Escribe: CARLOS CALDERÓN FAJARDO

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Cada vez es más frecuente, en la novela, la tendencia a abolir los géneros. La ficción híbrida, acogiéndose a la libertad que la novela ofrece, se multiplica; lectores refinados gustan de estas mezclas de narración, poesía, ensayo, crónica, autobiografía, etc. Pero hay algunos que continúan pensando que si bien la novela tiende a hacerse híbrida, la poesía es una cosa y la novela otra, que ser poeta o narrador implica no sólo la practica de un género, sino el participar de una visión del mundo, una posición ante la vida, un disposición ante el mundo y la realidad diferente a la del narrador.
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Roland Barthes en El grado cero de la escritura en un capítulo titulado “¿Existe una escritura poética?” afirma contundente: “La poesía es siempre diferente a la prosa”. Sin embargo, la novela de Amos Oz El mismo mar parece contradecir a Barthes, -que diferencia en términos de cantidad e intensidad- la de Oz es una novela de 280 páginas en verso libre en la que prosa y poesía se entrelazan. Novela híbrida, novela en verso, novela que debe leerse como se lee a la poesía, eso es Teorema del anarquista ilustrado (Ediciones Altazor, noviembre 2009) del poeta Enrique Verástegui. Al leer esta novela debemos tener disposición para los rituales de imágenes y para la ambigüedad de un objeto doble: a la vez narrativo y poético. Antecedentes a esta novela en la literatura peruana son: La Casa de Cartón de Martín Adán y El Cuerpo de Gulia/no de Jorge Eduardo Eielson, novelas que deben ser leídas como se lee poesía.
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La historia es lo menos interesante en la novela de Verástegui. Se puede resumir en un par de líneas. Un joven poeta se encuentra internado en un manicomio y urde un plan de fuga para escapar junto con los otros internos. Esa es la fábula. Rápidamente nos damos cuenta de varias cosas en este Teorema : que al narrador no le importa mucho ni detallar la historia del joven poeta loco en el manicomio ni las peripecias de la fuga (que si lo interesaría un narrador convencional) Los hechos estrictamente narrativos son solo un pretexto para lo que cada vez se va imponiendo: lo que el joven “loco” siente y piensa; sus notas, sus ideas, sus construcciones mentales que se encuentran enhebradas dentro del relato, pero que podrían funcionar como poemas; las evocaciones de su infancia, y lo que está en el meollo de la novela: el enfrentamiento entre poesía y psiquiatría, es decir entra una supuesta anormalidad enfrentada a la terapia ejercida por la supuesta normalidad. Dicho en palabras de esta novela: el enfrentamiento entre la flor y aquello que trabaja para que una flor no sea una flor. La novela de Verástegui es una poética de la flor enfrentada a la ciencia que pretende inútilmente curar a una flor. El escenario de esta batalla es un manicomio: “Monótono y gris, del mismo color del terno de los psiquiatras”. El yo del narrador impide saber el nombre de quien narra. Es solo n poeta de veinte años, como si Verástegui nos quisiera decir esta es una novela de aprendizaje, una bildung roman, de un poeta loco. Tal vez se llame Rigoletto, que también puede ser un apodo. En un momento de la novela, Bronco, otro loco, le dice al joven poeta: “eh, Rigoletto, deja de escribir y ponte a jugar con nosotros”

¿Qué es un teorema? Una proposición que exige demostración. La novela empieza con el joven poeta que sólo piensa en fugar del manicomio al verse “aprisionado, bajo los ojos del psiquiatra que me observaba como a un animal recién capturado en el monte”. El poeta de veinte años aplaca el aburrimiento en el asilo (escribiendo notas y poemas, que luego serán engastadas dentro de la novela) porque el psiquiatra le ha recomendado el escribir como terapia. El narrador existe dentro del libro conteniendo un lenguaje que le solicita constantemente estallar. Esto ocurre con frecuencia, sin que el narrador pueda contener al poeta. Siendo un personaje al interior del libro, que está narrando el poeta-narrador, este se escapa a la belleza de la infancia perdida a través de evocaciones poéticas que distienden la furia, escritas en prosa tersa y sugerente. La naturaleza es el reverso del manicomio y la enfermedad es el anverso. Estéticamente Verástegui busca el claro/oscuro, la tensión entre el equilibrio de la infancia y el desequilibrio de la juventud. En realidad, el poeta-narrador nos está conduciendo al hallazgo de la flor. Y así llegamos a las Anotaciones, al corazón/centro de la novela. Notas escritas por el poeta joven en el manicomio y que son incluidas dentro del relato. Y ahí está la flor. Anotación 1: “El sabor de la vida es una flor que brota en tus ojos, poeta. En un jardín por el que me encuentro caminando, solitario, un bello verso en los labios, crecen plantas que uno ama –como a una muchacha”. Anotación 2: “Un mundo como una flor, y entre todas las flores un puma cazando alacranes, oliendo suavemente las flores que brotan entre las zarzas, un puma cachorro aprendiendo a defenderse del mundo. Anotación 3: El poeta sabe que es una flor, que aunque incomprendidos sus poemas no cesan de brotar como flores. Una flor –una flor en manos de la furia de la historia. El signo de la independencia en la flor: su capacidad para conversar con el cielo, el hilo del arte que le permite volar.
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En el último capítulo de la novela, luego del ajuste de cuentas de la flor con la psiquiatría, los locos se fugan del manicomio. Estallan los locos. “Una energía que estalla de este modo resulta difícil de dominar y por más enfermeros, psiquiatras e incluso pacientes que le caigan encima, termina destrozándolo todo como una bestia indoblegable”.
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“-¿Y ahora dónde vamos cumpa?-dijo el Bronco al Zurdo, cuando ya se habían descolgado hacia el lado exterior del hospicio.
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-¿Dónde va a ser pues, cuñao? Un fiestongo es lo que haremos –dijo el Zurdo.
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Huye el poeta loco en busca de Suzette, a quien le enseñará lo que escribió enloquecidamente”.
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¿Es la novela de Verástegui auto-biográfica? Se podría decir que sí, porque sólo es real la verdad del poeta vivo en lo que ha escrito, dentro de la novela Teorema del anarquista ilustrado. En todo caso, Verástegui nos deja su auto-retrato de poeta joven y loco: “Esta larga melena que ves crecida como cabellos de león negro brillante es el trofeo de muchos años de cuidadosa preparación para el rechazo de lo que odio, una sociedad consumista”.

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Foto 1: Portada de la novela. Foto 2: Enrique Verástegui.

Fuente: http://carlosmsotomayor.lamula.pe/2010/08/19/bloc-de-notas-carlos-calderon-fajardo-2/

domingo, 22 de agosto de 2010

VAMPIROS EN GUERRA. Entrevista a Carlos Calderón Fajardo.

Por: Stuart Flores Herrera
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Hablamos con el escritor peruano sobre “La novia de Corinto”, segunda novela de la saga sobre Sarah Ellen.
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¿Cómo surge la idea de combinar el tema del vampirismo con el del conflicto interno?
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Casi todos los peruanos tenemos dentro de nuestro imaginario el problema de la guerra interna. Cuando esta terrible experiencia sucedió, nadie quedó indemne. Yo tiendo a reinventar la realidad en lo que escribo y no iba a poder nunca –tampoco me interesa– escribir una novela al estilo de Cueto, Roncagliolo o Thays, que han escrito novelas sobre la guerra interna y cuyos libros son una especie de testimonio. Yo no puedo hacer eso. Yo tengo que convertir la experiencia real en ficcional: separarme de lo real para crear un universo paralelo, nuevo y diferente. Cuando yo comencé la novela no pensé que el tema se inclinaría al del conflicto interno, pero como está dentro de mí, así como está dentro de todos los peruanos, el tema surgió.
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Es muy original el modo de abordar la guerra interna.
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La narrativa de guerra –“La Ilíada” de Homero, por ejemplo– conduce a una dimensión épica de la existencia, pero la guerra interna en el Perú no es una guerra épica, sino gótica, porque es una guerra sucia entre dos ejércitos de vampiros en donde el pueblo está en el medio.
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¿Cómo fue el proceso de escritura?
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Este libro representó para mí un desafío técnico porque era una novela totalmente dialogada, a tal punto que podría ser llevada al teatro. Es la primera vez que efectúo un procedimiento técnico no empleado en otras novelas. Me tomó un año realizarla.
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¿Qué rol jugará Sarah Ellen en la siguiente entrega?
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El tercer libro será dedicado a John P. Roberts, esposo de Sarah Ellen. No se supo más de él luego de que enterró a Sarah, según las investigaciones de un periodista inglés. La idea es que se quedó en el Perú viviendo en soledad y vagando por los arenales de Pisco. En la novela siempre aparecerá Sarah Ellen porque, como ella es un fantasma, es muy fácil movilizarla.
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Finalmente, fuera de la saga sobre la vampira, ¿qué otros libros está preparando?
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Me gusta mucho la novela corta. Es el tipo de extensión en el que me siento más cómodo. Sin embargo, estoy escribiendo dos novelas largas. Una de ellas es “El fantasma nostálgico”, finalista del premio Tusquets 2006, la cual estoy mejorando para tentar una publicación en el exterior. El otro proyecto es una novela que aún está en borrador y que es todo un reto para mí porque aborda el mundo andino, del cual yo nunca he escrito pese a haber nacido en Puno. Creo que es una deuda que tengo como escritor. No la estoy escribiendo como lo hicieron Colchado o Arguedas, sino a mi manera.
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Carlos Calderón Fajardo (Puno, 1946) es autor de los libros “La conciencia del límite último” (1991), “La segunda visita de William Burroughs” (2006), “El viaje que nunca termina (La verdadera historia de Sarah Ellen)” (2009) y “Playas” (2010), entre otros. Su más reciente novela, “La novia de Corinto (El regreso de Sarah Ellen)”, fue publicada por la Editorial Altazor.
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sábado, 21 de agosto de 2010

La construcción del cinismo / sobre LA MANIOBRA DE HEIMLICH

Escribe: Eduardo Varas
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Hace muchos años, muchísimos, in a galaxy far, far away, recuerdo haber estado en la presentación de un libro en uno de los tantos salones del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), en Guayaquil. Recuerdo haberme encontrado con Miguel Antonio Chávez y como siempre, intercambiar palabras. Una acción, ciertamente, de confidencia. Porque a Miguel lo conozco desde la época en que nuestras creaciones no eran más que proyectos en medio del limbo en el que el joven adulto se encuentra, dilucidando qué quiere ser de grande. Y esa confidencia, cruzada por la fascinación por la música y los libros, se volvió el germen de una amistad que mantiene los mismos niveles, distancias y cercanías… como debería ser una amistad. ¿Por qué cuento esto? Porque al hablar de “La maniobra de Heimlich”, su primera novela, no puedo obviar este detalle, porque de cierta manera uno tiende a hablar bien de la gente que conoce y aprecia; porque además la novela ‘la rompe’ y prefiero comentarla desde la sinceridad de mi posición.
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Entonces, decía que Miguel y yo, en dicha presentación, nos pusimos a hablar y él me preguntó si conocía de libros, de novelas (de manera puntual), que trataran como tema básico el mundo de la publicidad. Negué conocer alguna (ni siquiera hoy puedo nombrar una que me haya calado hondo) y esa fue toda mi experiencia previa antes de tener en mis manos “La maniobra de Hemlich” (Ediciones Altazor, 2010). Novela en la que, más allá de criticar el mundo de la publicidad (ese engaño flatulento de generar necesidades por encima del deseo del individuo, y que se convierte en enemigo declarado de muchos) lo que hace es dejarlo en evidencia: un trabajo que se supone creativo, pero que casi nunca lo es.
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Pero esa parte es sólo la superficie de la novela.
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En “La maniobra…” asistimos a la construcción de un escritor que luego de pasar por la publicidad (incluyendo un transformador viaje a Buenos Aires por estudios), se dedica de lleno a la literatura, a través de la única beca posible en un país como en el que vive: ser encerrado en un cuarto por una mujer, para que él escriba mientras ella trabaja… para terminar viajando de retorno a Argentina, como parte de una delegación nacional, invitada a una feria del libro. Y esa construcción del personaje (todo traslado, todo viaje, involucra la transformación del ser que lo realiza) no conduce a la aparición de alguien que tiene el control de las situaciones, sino la concreción del cínico, el único individuo capaz de entender el absurdo que le toca vivir y reconocer que el cambio no está precisamente en él, sino en la ignorancia del exterior.
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Miguel Antonio Chávez enfoca en “La Maniobra de Heimlich” dos caminos a los que les da brío y contundencia: el “live and let die” y el eterno ‘link’, presente en casi todas las referencias que incluye. Importantes o no, necesarias o no, el papel que cumplen las constantes referencias se basa en aceptar que toda idea, toda relación con la creatividad, no es más que un juego de tomar aquello que viene del resto. Observar y tener la oportunidad de apropiarse de eso que está en el exterior. Incluso el nombre de la novela está muy relacionado con esta posibilidad (a tal punto que la anécdota de creación de la maniobra es importante en la dinámica que se establecen entre los personajes, sobre todo entre la señora Buzzani y el joven publicista). Ante la certeza de que hasta el pasado es un acto de tomar eso que está por fuera, pese a las señales que han ido quedando para mostrarnos la verdad (el humor que hay detrás de la ecuación: Borges + Guayaquil + Buenos Aires + Bolívar y San Martín, es impresionante), dotándolas de un sentido inexistente, destinado para vender una idea, lo que se va creando es un ser que al final de la novela, en una de las mejores escenas que he leído de un viaje en avión, toma la decisión más sabia y reconoce el valor de lo propio, en medio del mar de incentivos que lo rodean.
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“La maniobra de Heimlich” es una novela sobre cómo sobrevivir a los estímulos, a los deseos y a las decisiones. Viene dotada de una estructura que rompe las temporalidades y establece una ligazón a través de lo que los personajes experimentan. Posee un sentido del humor que compromete todos los momentos de la narración, convirtiendo incluso los más intensos en desopilantes instancias, en las que lo único que se puede obtener es una reflexión en la que la fantasía prodiga el camino a seguir. ¿Qué hacer cuando se llega al lugar que se quería llegar y se descubre que el Mago de Oz es un viejo decrépito? Miguel responde con creatividad esta pregunta y apuesta por reconocer que cuando el mundo se ahoga sobre sí mismo, con el peso de sus acciones destrozando las vías respiratorias, siempre hay donde mirar.
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Fotos de la presentación de LAS HOJAS MUERTAS

Carlos Rengifo, Urbano Muñoz, Giancarlo Andaluz Queirolo, Willy del Pozo, Harold Alva

Giancarlo Andaluz Queirolo.

jueves, 19 de agosto de 2010

Presentación de LA NOVIA DE CORINTO (El regreso de Sarah Ellen) de CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Este martes 24 de agosto en el Auditorio de La Casa de la Literatura Peruana se llevará a cabo la presentación de LA NOVIA DE CORINTO, la segunda novela de la serie de Sarah Ellen, la vampiro enterrada en Pisco, de CARLOS CALDERÓN FAJARDO. Los comentarios estarán a cargo de los escritores José Donayre y Gabriel Ruiz Ortega. La cita es a las 7 de la noche. Será una noche gótica, por supuesto, se servirá sangre en las copas.

martes, 10 de agosto de 2010

Lima fue (y sigue siendo) una fiesta

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Escribe: Miguel Antonio Chávez
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Como anoté en mi perfil de Facebook, Lima fue (y sigue siendo) una fiesta. Regresar fue como sacarle la pausa a la canción que empezó el año pasado. A la FIL Lima 2009 fui para presentar la compilación de cuentistas ecuatoriano-peruanas Amigas de Yeti. Pero este año la excusa fue otra y mucho mejor. Sé que puedo pecar de padre primerizo pero, pese a no ser mi primer libro publicado (que fue un cuentario), con la primera obra publicada fuera de mi país (y primera novela escrita) no pude ocultar mi alegría. Harold Alva, uno de los editores de Altazor me mostró al bebé apenas llegaba al aeropuerto Jorge Chávez de Lima. No era el único, claro. Altazor apostó este año por editar de golpe siete novelas de varios narradores latinoamericanos menores de 40 y se embarcó en una gira por todo el Perú que desde algunos sectores, y antes de culminar la FIL Lima 2010, ya fue considerada como histórica. Lamento mucho, eso sí, que algunas circunstancias me impidieron estar en ese magical mystery tour por el interior del país con Claudia, Oliverio, Juan, Pedro, Jorge Enrique y Ernesto. Estaba por embarcarme hacia Trujillo para alcanzarlos pero Harold, como buen consejero y road manager, me dijo que me quedara en Lima debido a algunas complicaciones que había en las carreteras. Cuando ya pude encontrarme con ellos, era inevitable ver en sus rostros que, pese al cansancio tenían la cara de satisfacción de los aventureros viajeros, que dista años luz de la cara de los turistas de gorrito. Willy del Pozo, el gerente editor de Altazor, que había conducido su ya mítico Altazormovil (Harold dixit) a los autores, me entregó luego sendos diplomas y certificados de “ciudadano ilustre” que había emitido las municipalidades de Tarma y Huamanga, a mi nombre, tal como había sido entregados a los demás. Extraño honor para mí y bizarro argumento para un cuento, por ser dos ciudades donde nunca estuve. Otro honor que tuve, este sí más vívido, fue el recibir de manos de Alejandra, la pequeña e inquieta hija de Willy, una caricatura mía, teniendo en cuenta que, a diferencia de mis compañeros escritores, a mí no me había conocido en persona.
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La FIL Lima 2010 fue desarrollada este año en una locación distinta a la anterior, en el distrito de Jesús María. El Parque de los Próceres fue “vestido” de tal manera que albergó los múltiples stands y salones de presentación. Y salvo por problemas de señalética y de déficit de baños (se utilizaron baterías sanitarias como en los concierto de rock en los estadios), la feria se desarrolló muy bien, con gran oferta editorial y presencia de librerías, algo que en Guayaquil ya exigimos si queremos al menos ser parte del circuito de las ferias medianas. El stand de Ecuador, país invitado este año, ocupó su lugar central con una dotación de obras literarias y de estudios sociológicos y económicos. Debido a la conyuntura de que Ministerio Coordinador de Patrimonio Cultural y Natural colaboró en buena medida con el Ministerio de Cultura en la concepción de stand, en una esquina se resaltaba el Plan Yasuní ITT, propuesta política que tiene alcances ecológicos interesantes pero que resulta extraña en el entorno de una feria de libros. Pude encontrarme con algunos autores de la delegación oficial, entre ellos Javier Vásconez, Gabriela Alemán, María Fernanda Pasaguay, Edgar Allan García, Leonor Bravo, Leonardo Valencia y Aminta Buenaño. Con Aminta fui testigo de un incidente. Se molestó mucho porque su novela Mujeres divinas que había enviado semanas antes al ministerio en Quito no constaba entre las obras exhibidas y no sabía con quién quejarse. Solange Rodríguez, Adelaida Jaramillo y Bolívar Lucio también son autores ecuatorianos pero por cosas de la vida, junto a mí, éramos lo que graciosamente denominábamos con Solange “la delegación underground”. Y bueno, a veces en el mar “undergound” la vida es más sabrosa.
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Hubo eventos organizados por la Cámara Peruana del Libro muy interesantes y fuera del entorno ferial. En la Casa de la Literatura Peruana (una antigua estación de tren de Desamparados, formidablemente rescatada) hubo un conversatorio sobre El síndrome de Falcón, libro de ensayos del autor ecuatoriano Leonardo Valencia, donde participaron él y el peruano Carlos Calderón Fajardo. Moderó la mesa el crítico peruano Gabriel Ruiz Ortega, quien semanas antes fue seleccionado por Enrique Vila-Matas para la presentación de su novela Dublinescas en Lima. La experiencia personal y literaria de Valencia fue expuesta, además de la época en la que residió ahí en los 90. Calderón Fajardo partió una reflexión suya que había realizado, El síndrome de Falcón: el libro que un peruano debió haber escrito, desde las lecturas del libro del ecuatoriano. Sesudas y densas discusiones que terminaron por una gentil invitación de Carlos y de Luis Hernán Castañeda al bar Zela, en la zona del centro histórico. Ahí John Martínez presentó a varios narradores peruanos como el mismo Castañeda, Ernesto Carlín, Oscar Pita, Johan Page, Calderón Fajardo. Y luego, de improviso, nos hicieron leer a Leonardo y a mí, en calidad de visitantes. Leonardo leyó un poema de Roberto Juarroz. Yo lei los primeros dos capítulos de mi novela La maniobra de Heimlich que llevaba conmigo.
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En la FIL hubo muchas actividades y como tal, imposible estar en todas. Además de las presentaciones de Javier Vásconez, Leonardo Valencia, María Fernanda Pasaguay, Solange Rodríguez, Adelaida Jaramillo y Bolívar Lucio, las mesas llamadas "nueva narrativa" (donde participaron Luis Hernán Castañeda y Valencia) y "novísima narrativa" (con la narradora peruana Katya Adaui, la ecuatoriana Gabriela Alemán y el conocido crítico peruano Julio Ortega) y la mesa donde participé junto con Solange, María Fernanda y Adelaida, estuve en el lanzamiento de la novela Los vivos y los muertos del boliviano Edmundo Paz Soldán y de Las teorías salvajes de la argentina Pola Oloixarac, quien me firmó su ejemplar con lápiz labial (cómo me encantaría decir que fue solo el mío, pero la veintena de personas que estuvieron ahí me lo desmentirían). Fue curioso que mientras hacía la cola, el narrador peruano Gonzalo Málaga me contó que un poeta en Lima se salvó de una muerte por asfixia en una comida gracias a la maniobra de Heimlich. Esa noche conocí en persona a Diego Trelles, quien me había antologado en la versión web de El futuro no es nuestro. Coincidimos en que el presentador de Pola, el narrador Fernando Ampuero, se robó el show ya que a ratos sus preguntas parecían largos fraseos hermenéuticos que no permitieron que Pola se explayara. De paso, el que se haya pasado resaltando su belleza física seguramente fue un factor para cohibirla.
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La experiencia del lanzamiento de las siete novelas de Altazor (EME/A, la tristeza de la no historia, de Claudia Apablaza; Borneo, de Oliverio Coelho; Takashi, historias robadas, de Ernesto Carlín; Carbono 14, una novela de culto, de Jorge Enrique Lage; La noche que no se repite, de Pedro Peña; El fondo de nadie, de Juan Ramírez Biedermann) entre las que estuvieron la mía, La maniobra de Heimlich, fue increíble. Más de 200 personas estuvieron en la sala César Vallejo, la más amplia de la FIL. Harold temía que no fuera gente ya que ni Jaime Bayly, días antes no lo había llenado. Carlos Calderón Fajardo fue el encargado de lanzar las novelas y sobre eso escribió algo que ya circula en varios blogs.
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En fin, fue un viaje muy rico. La pasé mucho mejor que la vez anterior. Momentos muy emotivos compartidos, como la cena en casa de Ernesto Carlín reuniendo por primera vez a los siete novelistas (donde los pude conocer mejor a todos y donde Harold se mandó un genial monólogo imitando al presidente Alan García). La visita al bar Queirolo, con Diego Trelles y la poeta Victoria Guerrero. El reencuentro con los amigos del stand del ALPE (Alianza Peruana de Editores). La generosidad de las familias de Harold y Willy. El reencuentro con el embajador ecuatoriano Diego Rivadeneira, la agregada cultural Gabriela Falconí y el editor -junto con Gabriela- de Matapalo Cartonera, Víctor Vimos; al igual que con Gabriel Rimachi y Antonio Moretti. La sencillez y simpatía enormes de Carlos Calderón Fajardo. El conocer al filósofo peruano Víctor Samuel Rivera (para envidia de muchos, cenó con Gianni Vattimo durante su visita a la FIL). Las extensas conversaciones con Gabriel Ruiz Ortega (sobre Fresán, Bolaño, la historia de los cazadores de nazis en América Latina, la joyita de Fernando Iwasaki -Inquisiciones peruanas- que me ayudó a conseguir). La maratónica farra en un sitio de Barranco que nunca supe su nombre, con Diego Trelles, Victoria Guerrero y con Pola Oloixarac que apareció por ahí. La gran acolitada de la poeta y editora Melissa Patiño para acompañarme a la "un poquito peligrosa" zona de la Amazonas, donde venden libros usados (el policía nos dijo previo a llegar a la zona "no pasen por ahí que es peligroso"). El extrañísimo incidente ocurrido en la zona de Gamarra mientras Pedro Peña y Jorge E. Lage estábamos de compras, que nos di un enorme susto. La compañía de Leonardo y el editor Xavier Michelena, con quienes coincidí en el vuelo (fui testigo de cuando a Michelena lo abordó un sujeto muy peculiar, Alex Chionetti, que proponía editar un libro sobre el misterio de la Cueva de los Tayos, y cuya tarjeta de presentación dice Producer, consultant. "Ancient Aliens", "Destination: truth", "The UFO hunters") . El hotel "Cinco estrellas" de la avenida Canadá: historia digna de una segunda parte de Four Rooms.
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Maldita sea, Lima. Pese al frío, you really got me.
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En la foto: Ernesto Carlín, Juan Ramírez Biedermann, Claudia Apablaza, Carlos Calderón Fajardo, Alejandra del Pozo Muñoz, Oliverio Coelho, Pedro Peña, Jorge Enrique Lage y Miguel Antonio Chávez.

sábado, 7 de agosto de 2010

ERIZOS ATRAPADOS EN CUERPOS DE BUITRE. Siete narradores latinoamericanos publicados por Altazor en Perú

Escribe: Carlos Calderón Fajardo
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Una editorial alternativa peruana: Altazor, publica en un país sin gran tradición editorial a siete novelistas latinoamericanos simultáneamente. Es una hazaña. Me pregunto si no es también un signo, entre otros, de un acercamiento y compenetración de nuestros imaginarios narrativos, pero esta vez desde abajo, por una literatura latinoamericana no tutelada por España. El no poder publicar en España, – que apadrina el éxito literario en nuestro continente- está generando una reacción creativa desde abajo. Formas nuevas de publicación, distribución y contactos que, sin complejos, no pasa necesariamente ahora por el espaldarazo indispensable de la península ibérica. Hay antecedentes de este aparecer desde debajo de la narrativa joven en Latinoamérica: la antología de Diego Trelles El futuro no es nuestro, y la antología Asamblea Portátil, publicada por la editorial Casa Tomada, de Gabriel Rimachi, ambos escritores peruanos.
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A las novelas de Altazor las hemos llamado “Erizos dentro de cuerpos de buitres”, (tomando una frase de la novela Carbono 14 del cubano Jorge Enrique Lage, una de las siete novelas publicadas por Altazor). No creo que estas novelas busquen ser aprobadas por el canon de sus respectivos países, la crítica y hasta los medios. Estas instancias apuestan por el éxito desde arriba. Ya no se distinguen por tener como marco referencial la realidad de sus países, ni se alínean en la tradición nacional a la que estas obras deberían pertenecer. En ninguna de las siete encontramos un saludo a sus banderas. Se trata de meta-novelas que expresan una realidad que brota de la misma ficción. Representan una respuesta a los parámetros internacionales del éxito y a la literatura como deber patrio.
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Una segunda apuesta extraordinaria de Altazor, inédita en América Latina y el Perú, es que la editorial de Willy del Pozo no solo publica a siete escritores latinoamericanos, sino que en un automóvil de juglares recorre el interior del Perú, la sierra y la costa, confrontando a estas novelas de alguna manera desnacionalizadas con el corazón nacional de lo latinoamericano: las provincias. El éxito de la gira fue enorme. Esto puede ser leído como muestra de que se vienen produciendo cambios importantes en los lectores de nuestros países, pero no solo en las grandes ciudades sino en las provincias. En esta extraordinaria experiencia de Altazor, se va del centro a los márgenes y no al revés, como lo fue hasta ahora, en la apuesta literaria por el éxito. Escritores de los márgenes para lectores marginales. Lectores acostumbrados a una literatura canónica que saluda a la bandera, ahora confrontados a escritores sin bandera, que son saludados, aclamados, requeridos por inquietudes y preguntas de estos lectores ayacuchanos, trujillanos, piuranos ganados para un tipo de nueva literatura latinoamericana.
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Hasta los años 90, más concretamente hasta la caída del Muro de Berlín, dos tendencias literarias se enfrentaban creando una dialéctica de fuerzas opuestas. De un lado los que creían que la literatura era invención de la realidad y que en tal medida estaban al servicio de esta realidad, con aquel Vallejo que dice “toda obra genial viene del pueblo y va hacia él” que fue una frase muy utilizada por esta posición. La otra tendencia podía haber tenido como epígrafe también un verso de Vallejo. “Desconfiar del ojo, no del anteojo”. Esta tendencia planteaba que la literatura reinventa la realidad, Artificio (el anteojo) y no naturaleza (el ojo). Gran parte de lo mejor de nuestra literatura pasó por esta segunda tendencia: Borges, García Márquez, Onetti, Cortázar, Lezama Lima, Clarence Linspector. Cuatro grandes narradores latinoamericanos posteriores al boom van a abrir nuevos caminos: Puig en Argentina, Pitol en México, Reynaldo Arenas en Cuba, y Roberto Bolaño en Chile, que van a superar el paradigma de la realidad reinventada por una literatura que se reinventa a si misma. ¿Son hijos los novelistas de Altazor de esta última vertiente, en la que la literatura ya no reinventa la realidad, sino más bien la literatura se reinventa a si misma? Un epígrafe de la novela de Claudia Apablaza nos expresa ésta nueva sensibilidad. Cito el epígrafe: No quiero vivir aquí. Quiero vivir en el lenguaje. La reinvención del lenguaje es lo que interesa a estos escritores, y no como lo fue antes, el testimoniar la llamada realidad social de sus respectivos países. Una de las novelas, en este sentido, más representativas del grupo es Borneo de Oliverio Coelho. Estas novelas como dice Coelho son “como objetos que han extraviado su función”. En las siete novelas publicadas por Altazor encontramos una búsqueda de la irrealidad más que de la realidad. Lo primero saltante para el que las lee es el estilo. A diferencia de narradores jóvenes del primer quinquenio del siglo XXI, caracterizados por un lenguaje ostentoso, esteticista, una característica común a estas siete novelas es un lenguaje con adjetivos reducidos a la mínima expresión y sin uso de la metáfora. Ninguno de ellos cae en la prosa lírica, otro rasgo que era característico de la joven narrativa latinoamericana. El lenguaje no es ya barroco. En lo constructivo, es el fin de la clásica estructura con principio, clímax y desenlace, de lo narrativo como proceso. El relato de trama es reemplazado por una narrativa que conecta fragmentos. Párrafos de una línea, capitulillos, segmentos más que capítulos. Las historias se diluyen. Se inician historias que luego se abandonan. Las partes se relacionan por resonancias de sentido, por juegos de espejos, más que por consecuencias lógicas de un antes y después. La vanguardia perseguía lo nuevo, nuevas formas de expresión, en estos narradores hay búsqueda pero sin la dramática experimentación verbal de las vanguardias, es paródica y desenfada.
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A manera de conclusión, me gustaría formular algunas reflexiones sobre cada una de las siete novelas publicadas por Altazor. Me interesa mucho una idea que aparece en la novela de Claudia Apablaza la de “la no-historia”. Cuando los hechos no históricos son más importantes que los históricos. La imposibilidad de gestar una historia nos lleva a novelas sin historia y nos conduce a la tensión entre imposibilidad y la posibilidad de narrar dentro de un mundo donde ha quedado anulada la idea tradicional de historia. Esto de alguna manera se vincula a lo que el peruano Carlín entiende por “historias robadas”. Con Takashi, historias robadas Ernesto Carlín se coloca como uno de los narradores jóvenes peruanos más interesantes. El guayaquileño, -y no digo ecuatoriano-, Miguel Antonio Chávez desliza en su novela la idea de que los países sudamericanos vivimos imaginarios paralelos y en un “imaginario paralelo” que es su novela, nos cuenta una historia deliciosa sobre Borges y María Kodama en Guayaquil. Qué decir sobre el escritor cubano Jorge Enrique Lage, que vive, en Cuba, en lugar de dar testimonio de los cambios y actuales tensiones en la isla, opta por una novela sostenida en el lenguaje, sin que se pueda rastrear en su novela influencia de Carpentier, de Lezama Lima, Sarduy, Cabrera Infante, o Reynaldo Arenas. Su propuesta es distinta a la tradicional narrativa cubana, que como sabemos se caracteriza por su barroquismo. El escritor paraguayo Ramírez Biedermann, con una novela con un título muy sugestivo El fondo de nadie es una apuesta sugestiva proveniente de una literatura de la que sabemos muy poco, salvo, claro, Roa Bastos. La noche que no se repite del uruguayo Pedro Peña se trata de una novela policial, negra, experimental y novedosa. Finalmente, la novela Borneo de Oliverio Coelho, estupenda novela asentada sobre cartografías que desafían al mundo real; novela reflexiva, cuajada de aciertos en el lenguaje, Coelho y su Borneo nos propone pensar en los objetos que han extraviado su función. Y esto nos lleva a la última idea sobre la experiencia enriquecedora que ha sido la lectura de estas siete novelas. Representan, cada una, una propuesta de abandono de la novela clásica para brindarnos excitantes funciones para nuevas formas de escribir novela en Latinoamérica. Son muestra excepcional de lo que están escribiendo actualmente los jóvenes narradores de nuestro mundo. No están en la pelea de los epígonos por destronar a los padres fuertes (Borges, Onetti, Roa Bastos, Vargas Llosa, Bolaño). No sufren de una “angustia de la influencia” como diría Harold Bloom. Son ellos mismos. Son diferentes. Son erizos dentro de cuerpos de buitres.
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En la foto: Ernesto Carlín, Juan Ramírez Biedermann, Claudia Apablaza, Carlos Calderón Fajardo, Oliverio Coelho, Pedro Peña, Jorge Enrique Lage y Miguel Antonio Chávez.

lunes, 2 de agosto de 2010

Presentación en la Casa de la Literatura: LAS HOJAS MUERTAS de GIANCARLO ANDALUZ

Este 5 de agosto en el Auditorio de la Casa de la Literatura se llevará a cabo la presentación de la última novela de la colección Altazor: LAS HOJAS MUERTAS, ópera prima de GIANCARLO ANDALUZ. Los comentarios estarán a cargo del narrador y poeta ayacuchano Urbano Muñoz y del temperamental escritor limeño Carlos Rengifo. La cita es a las 7:00 p.m. El ingreso es libre, la salida no sabemos. Los esperamos.

Presentación en la FIL: 4 de agosto, ÍCARO de Samuel Cavero Galimidi

ÍCARO, la novela del finalista del Copé de Novela: Samuel Cavero Galimidi, es la última publicación que EDICIONES ALTAZOR presenta en la Feria Internacional del Libro. La cita es este miércoles 4 de agosto a las 4:30 p.m. en el Auditorio Blanca Varela. El comentario estará a cargo del escritor Huari: Urbano Múñoz. Presenta: Willy del pozo & Harold Alva. Los esperamos.