viernes, 11 de julio de 2014

Presentación del lado B de "201"

El viernes 11 de julio, en Cholo Art & Fun, se presentó el lado B de la antología internacional 201, compilada por José Donayre y David Roas. Alberto Schroth Prilika se encargó del comentario. A continuación, el texto sobre el que basó su exposición:
Porque la ficción siempre puede ser más interesante, David Roas nos da el pase; nos dice a su manera que hagamos nuestra la historia con la habitación 201. Pero por qué lo hace, porque una vez más la realidad se quedó corta. “Maldita realidad” es la frase con la que concluye el cuento que apertura el lado A, porque fue la susodicha realidad estropeó una ocasión perfecta: atravesó varias ciudades, fue a parar en el mismo número de habitación y en ninguna pasó nada extraordinario, mera coincidencia. Esta antología es la mejor forma en la que él y José Donayre Hoefken, los compiladores, optaran por redimir ese desplante.
El lado B incorpora más cuartos sangrientos, hospitales malditos, espacios metáfora, fantásticos, surrealistas... humores y registros disímiles que componen un gran cuerpo de fantasmas, pasiones, despechos, anhelos, canibalismo y fantasía. Si fuera psicólogo, diría que esto es más bien una proyectiva asolapada y colectiva; algo así como dibujar una persona y hacerle una historia, interpretar una manchas de tinta expresionista, salvando las distancias y los fines claro. Aquí el reto: ¿Qué podría pasar en una habitación 201, si aquel cuarto pareciera perseguirte, si aquel acto cotidiano y aparentemente sin riesgos trajera una sorpresa definitiva, irreversible? Nosotros, los del lado A y del lado B, tomamos la pregunta y los riesgos. Les mostramos todas las llaves, podrán elegir la que más les guste.
Todo lo que se dice sobre ella es cierto, aquel que tiene o hace suya una historia aquí, no podrá salir. Esta habitación es una usurpadora de mentes y cuerpos, aunque esto no la hace perversa, solo brutalmente honesta y “amable”: te trae lo que llevas dentro a flote, lo empaqueta sin sutilezas en una habitación-página, proyecta el material en la única gran pantalla que es privada: la mente del lector. Lo más seguro es que tocará fibras.
Un hotel es un no lugar, aparentemente. Un espacio de tránsito entre un horizonte y otro, entre el día y la noche, entre un estado bestial y otro anodino. Un cuarto de hotel es el lugar para dejarlo todo y salir despejado o maldito. Más allá de ello y de las muchas variantes de hotel aquí reunidas, hay un detalle con las habitaciones que siempre es atractivo, que se traslada al espacio y puede ser una buena metáfora del cuerpo que usamos día a día. Por más que se esfuercen en “limpiar” un cuarto de hotel u hospital, una habitación cualquiera o espacio indeterminado, este nunca estará “limpio”, de la misma forma el cuerpo y el lugar también tienen memoria que no puede simplemente barrerse. Cuando uno vive en una ciudad cualquiera, el cuerpo y lo que su cuerpo habita llevan -al mismo tiempo- una vida intensa y mientras más antigua más cargada, más viva aún si acaso está en ruinas; porque ahí hubo algo y seguramente sucederá algo y debería estar pasando algo justamente ahora. La cotidianidad es una mina de narrativas, no hay grandes o pequeñas historias; solo cosas que pasan y depende de nosotros mismos hacerlas interesantes. 
Es por eso que una situación asfixiante o placentera, un país al que uno viaja buscando a Woody Allen, un pueblo caníbal con un hotel como despensa, el escondite de una flor de oxígeno, un espejo que nos conduce a otra dimensión, un cuarto que nos devora, el cuarto al vació usado por Satanás para torturar al más foraja, la habitación en medio del desierto urbano donde una cigüeña espera enterrar el pico en un vientre y crear vida (o llevársela)...todo puede entrar en una estancia sin fondo.
“Todo vale” cuando liberamos sobre el papel aquellas criaturas que nos piden salir y tener independencia, su propio hábitat. Se los damos en una hoja sin dimensiones y sin tallo, una 201 en este caso. El viento creador de la 201 es distinto según el tiempo y el microclima de cada estancia. Hay un poco más de cien y puede sentirse de cuando en cuando un enrarecido aire violento, una briza cósmica, el rumor fantástico del viento o su fantasma. Ahí tienen su cuota nuestras mentes tan violentas como fantásticas, audazmente simbólicas o realistas a la vena, crueles y cotidianas, cotidianamente crueles, pícaras, descreídas. Cada una de las 201 puertas es un cuerpo inagotable de incidencias, giros simbólicos hacia y desde, de nuevas preguntas. 

Alberto Schroth Prilika, José Donayre, César Anglas y Willy del Pozo.