Vanesa Martínez, Carlos Calderón Fajardo, Luisa Fernanda Lindo Y Rossana Díaz Costa. Después de presentar la novela en Lima.
Willy del Pozo, Carlos Rengifo, Harold Alva y Carlos Calderón Fajardo, en la panamericana norte.
En la capital todo estaba listo para iniciar la gira hacia el norte, el viaje que nunca termina cambiaba de ruta, primero fue la cordillera, ahora sería el turno de seguir por la panamericana norte, donde nos esperaban Ancash y La Libertad. Una mañana de miércoles partimos en un navío moderno, el auto Nissan de color guinda o sangre seca hacia Nuevo Chimbote, nuestro destino: la “IV Feria del Libro Juan Ojeda” donde el editor y promotor cultural Jaime Guzmán Aranda nos esperaba con la regidora Rosita Neyra. Esa noche, con un auditorio lleno, Willy del Pozo y Harold Alva, presentaron la última novela de Carlos Calderón Fajardo, quien no solo se limitó a hablar de vampiros y del espíritu iconoclasta que lo puso frente a un monitor para escribirla: como un verdadero maestro, le ofreció a su público una conferencia magistral sobre los cuatro pilares de la literatura moderna en el Perú: Ciro Alegría, José María Arguedas, Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro. Al día siguiente recorrimos el puerto, su malecón, las islas blancas que han hecho famosa a la ciudad que en su momento cobijó al gran José María.
Harold Alva, Carlos Rengifo, Willy del Pozo, Carlos Calderón Fajardo y Henry Quintanilla, en el malecón de Chimbote, observando las islas blancas.
El día viernes, a las cinco y treinta de la mañana, el moderno Estrella del Mar partió hacia Trujillo. Nunca tuvimos una mejor clase sobre cómo desarrollar una vida dedicada a las letras como en aquel viaje, acompañando a un escritor que se niega a aceptar el calificativo de autor de culto, compartir aquellos días con Carlos Calderón Fajardo, ser testigos de su fortaleza para desplazarse sin descanso de una a otra ciudad con el solo ánimo de transmitir su sabiduría a través del libro, ha sido la mejor lección que recibimos quienes tuvimos el privilegio de abordar con él, aquella nave. En Trujillo nos esperaban Jorge Tume y César Olivares, responsables de Infolectura, la institución que nos invitó a desembarcar en la todavía capital de la eterna primavera. En la noche del viernes, la Casa de la Emancipación, fue testigo de cómo EL VIAJE QUE NUNCA TERMINA, coherente con su espíritu, mantenía caliente la sangre para que la vampiro continúe batiendo las alas, e impulse al equipo de Altazor a no bajar la guardia y permanezca al acecho de otros grandes libros. Y como en toda ciudad, en Trujillo también tuvimos aliados, acompañados de Sócrates Zuzunaga, Alberto Alarcón, Ángel Gavidia, Eduardo Elías, propietario del Torremolinos, Víctor Hugo Chanduví, Presidente de la Academia de Doctores y Gerardo Cailloma, Presidente de la Alianza Francesa de Trujillo; la verdadera historia de Sarah Ellen continuó escribiéndose.
De pie: Sócrates Zuzunaga, Harold Alva, Carlos Calderón Fajardo, Carlos Rengifo. Sentados: Willy del Pozo y Henry Quintanilla, en Trujillo.
El domingo por la mañana partimos de Trujillo, teníamos que regresar a Lima. Estábamos seguros que la travesía tenía que continuar por otras carreteras, por otras vías que quizá aún la propia Sarah desconoce. Estuvimos acompañando a un narrador cuyos ámbitos de escritura transitan por los nervios de la trascendencia, conocerlo así, redescubrirlo en ese viaje es sin duda la marca que llevamos en el pecho.
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* Acaba de llamar Carlos, nos anuncia su retorno de Huancayo donde acaba de presentar la novela y nos indica que estamos invitados a Ica, definitivamente, este es el viaje que nunca termina.
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